Km: 31,1 – km totales: 317,4 – ampollas / vesciche: 0 – totales: 1


[ESPAÑOL]
Madrugón, llanura y fantasías.
En vista de que la etapa que nos espera es la más larga hasta el momento, decidimos levantarnos a las cuatro de la mañana, y a las cinco y veinte empezamos a caminar. A pesar del madrugón, me siento descansado porque es la primera vez en mucho tiempo que duermo siete horas seguidas y también el escudero parece haber recobrado la energía necesaria para afrontar más de treinta kilómetros de caminata. La tarde anterior, antes de volver a nuestra pensión de la calle San Juan, dimos un paseo breve por la ciudad, que estaba espléndida con su discreto bullicio de turistas y de burgaleses por el Espolón y otras calles peatonales del entorno de la catedral. Antes de eso, mientras al escudero le estaban dando su masaje, aproveché para vagar un poco por las mismas calles que luego se llenarían de paseantes. Creo que cualquier español asocia la palabra Burgos con el frío seco del invierno, y sin embargo en estos días la ciudad está envuelta en un calor amable que no llega a sofocante y que invita a estar en la calle. Me la imagino nevada y con los transeúntes embozados en bufandas, sorteando la nieve y tratando de no resbalar en los charcos helados. Vuelvo a sentir la necesidad de quedarme más tiempo para conocerla mejor y me arrepiento de no haber organizado el viaje de otro modo, previendo pausas para visitar ciertos lugares como se debe y darle un descanso al físico.
Para salir de Burgos tenemos que continuar todo recto por la misma calle San Juan y enseguida nos encontramos con las flechas amarillas que nos resuelven la vida desde hace un par de semanas. En ese itinerario por el centro descubrimos rincones que no conocíamos y nos cruzamos con varios jóvenes que están en un momento del día exactamente opuesto al nuestro, a pesar de que para todos sea la misma hora. Vuelven de su viernes por la noche, han estado bebiendo durante horas y viven su fase de negación de la evidencia, que como todo el mundo sabe, precede a la exaltación de la amistad y a los cánticos regionales. La última gran sorpresa que nos espera es una nueva perspectiva de la catedral, a la derecha de su fachada principal por la calle de Diego Porcelos. No hay casi luz, pero no podemos resistirnos a sacar un par de fotos.

Seguimos adelante durante un buen rato y, casi cuando nos disponemos a cruzar de nuevo el Arlanzón, encontramos una panadería abierta, que despide un aroma irresistible de bollería recién horneada. A él han acudido otros varios peregrinos que parecen salir de la nada y en un momento se llena el pequeño local de caminantes ávidos de carbohidratos. Compramos un par de napolitanas y nos las comemos nada más salir para engañar al estómago, que necesita algo caliente para sentirse a punto, pero que tardará en conseguirlo. Continuamos caminando, atravesamos una zona de la ciudad moderna, el campus universitario, que debe de guardar algún parentesco con el resto de los campus modernos de Europa, porque es reconocible. Urbanizaciones de viviendas privadas alrededor. «Buen sitio para vivir», pensé. La ciudad parece que nunca se acaba, pero cuando llegan los viveros Los Guindales, dice nuestra guía que se acaba oficialmente. Poco a poco nos despedimos de la acera. Hace un viento frío que nos recuerda el auténtico espíritu burgalés. Empieza a amanecer. Girasoles, campos de cereal. Tenemos la sensación de haber empezado oficialmente la jornada.
Hasta el pueblo de Tardajos, a casi once kilómetros de nuestro punto de inicio, no hacemos la primera parada, lo cual no ha sido un problema para los pies del escudero, porque tras la puesta a punto de Burgos y la aplicación de ese gel milagroso de las farmacias que todo el mundo conoce junto a la talonera que le recomendó la fisio, media hora después de haber dado el primer paso de hoy le han desaparecido todos los dolores. Cuando paramos, calmamos con generosidad el hambre que nos ha ido creciendo durante la mañana. Café con leche y zumo de naranja para los dos, bocata salado para él, tarta de manzana para mí.

En esta parada coincidimos con bastantes peregrinos, la mayoría conocidos de vista. La pequeña terraza del bar se llena enseguida y, cuando vuelvo con nuestro desayuno, Andrea ha invitado a sentarse con nosotros a un chico joven que no encontraba dónde sentarse. Se trata de Alí, un veinteañero marroquí que viaja solo. Es simpático y sonriente. Se expresa bastante bien en español. Me extraña ver a un musulmán haciendo el camino, pero en realidad podría ser cristiano, duda que no intento despejar en nuestra conversación porque me parece que es meterme en una esfera demasiado personal. Dice que hace el camino por varios motivos, porque hoy en día la gente no sabe pararse a reflexionar y meditar, «por espiritualidad», «por deporte». A veces me gustaría seguir indagando para que me explique mejor algunas cosas de las que ha dicho, pero me acuerdo de las limitaciones lingüísticas y me doy por satisfecho. Desprende una cierta serenidad interior.
Con el estómago satisfecho y las piernas más descansadas, seguimos adelante. Pasamos varios pueblos: Rabé de las Calzadas, Hornillos del Camino… El paisaje lo forman principalmente las grandes extensiones de la meseta, con nuevos campos de cereal, colinas semiáridas que rompen a menudo la raya del horizonte, aerogeneradores modernos que nos hacen señas moviendo los brazos, como si no acertáramos a verlos. Según nuestra guía, Hontanas está a 31.1 km de distancia de Burgos, a eso hay que añadirle todo lo que hemos andado antes de salir de la ciudad, pero hay que restarle que no llegamos hasta el final (y menos mal, porque como siempre los últimos metros son los más difíciles). Esta vez hemos reservado en el albergue Fuente Sidres, aproximadamente un kilómetro y medio antes de llegar al pueblo.

Se trata de un albergue muy tranquilo, aislado en la llanura a casi 900 m sobre el nivel del mar. Pequeño, limpio, bien cuidado, con una terraza agradable y una piscina para darse un chapuzón. Pero hoy no hace día de chapuzones. Persiste el viento frío, que hace desagradable cualquier aventura en el exterior del edificio, sobre todo para alguien tan friolero como yo. Llegamos los primeros y al final acabamos compartiendo la habitación con una pareja francesa de Pau y con Steven, un británico que no recuerdo haber visto antes. Son los tres personas tranquilas y agradables, y no pertenecen a la tropa de jovencit@s que abundan por el Camino, lo cual hace que la convivencia sea la mar de fácil (eso no significa que no haya jovencit@s respetuosos, pero también hay de los otros). Hablamos bastante con la pareja francesa porque ella habla español y sirve de enlace entre los cuatro. También yo me atrevo a maltratar el francés algunas veces para comunicarme directamente con él, pero es mejor que ella traduzca. Ahora que lo pienso, no les he preguntado cómo se llaman. 🤦🏻♂️

Pero la persona más peculiar de aquel sitio no es ninguno de ellos, sino Andrés, una de las dos personas que trabaja en Fuente Sidres. Es un hombre muy delgado, dice que de cincuenta y pocos, y con la piel curtida por el sol. Habla sin parar, y si se lo permitieras, nunca callaría. También dice que ha vivido dieciséis años en Dinamarca y que habla no sé cuántos idiomas (cuando recita la lista, cuento por lo menos siete u ocho). Originario de Mallorca, ha sido director de hotel tanto allí como en Canarias, y también ha sido guía turístico y no sé cuántas cosas más. Dice que un ictus le dio un aviso importante y él decidió dejar esa vida llena de tensión y de noches sin dormir para venirse a este paraje perdido a trabajar ayudando a Diana, la propietaria, a llevar el albergue. Prefiero creerme todo lo que cuenta porque es mucho más divertido que ponerlo en cuarentena, pero sus historias no son aptas para incrédulos recalcitrantes. Como guinda del pastel, nos enseña el fragmento de un vídeo del programa España Directo con el título «El Camino en Hontanas», donde tiene su minuto de gloria con una actuación que da una imagen rayana en lo friqui. En uno de esos momentos en que no podía quedarse callado, no pudo vencer la tentación de contar un par de chistes:
- ¿Por qué las monjas no usan chanclas? - Porque son muy devotas (a ver cómo traduzco esto yo luego al italiano...)
Pensamientos del día
No hay senda larga, sino mentes sin recursos. Los motivos de los demás son también motivos. De poetas, músicos y locos todos tenemos un poco.
Hay recompensa a la etapa más larga: un cuentacuentos.
Poema de Travesía
El poema de hoy se titula Primera compañía y es el último del capítulo de la Juventud. Habla del encuentro con el alma gemela, que te acompaña durante un tramo corto o largo del Camino, te ofrece su presencia generosa y se nutre de la tuya estableciendo una relación de estímulos recíprocos. Su enorme valor reside en la libertad con que da cada uno de sus pasos, modifica la cadencia de su caminata o decide detenerse cuando le apetece. Y precisamente en función de esa misma libertad, puede que un día desaparezca para siempre. O tal vez sea el azar o un destino nefasto lo que interrumpa esa felicidad sin alharacas de estar bien acompañado. Cuando suceda, solo quedará aceptarlo con gratitud, sabiendo que muchos otros caminantes nunca tendrán el privilegio de vivir una experiencia semejante.
Primera compañía Esta primera y bella compañía que camina a mi lado durante los kilómetros más fáciles (no debido a las marcas del relieve ni a la altura forzosa del terreno, sino más bien a su presencia amiga)... Esta bella existencia que contemplo cada vez que me giro, que me adelanta a veces con cuidado o en ocasiones queda rezagada sin perder el contacto con mi aliento, sin que su voz se extinga plenamente... Este ser que me invita a ver su cuerpo, como jamás vi otro y me concede su profunda y saciante cercanía, y al que me entrego como no sabía que habría de entregarme... Este motor que altera mi conciencia y me convierte en algo diferente cada vez que contento se regala, y me descubre y redescubre siempre al tiempo que yo mismo me conozco... Apareció en un cambio de rasante, en el lugar más seco y más prosaico de todo el recorrido y nunca dijo cuándo marcharía. Llegará esa mañana solitaria, o esa tarde ventosa en que no pueda seguir su paso o mantener su ritmo, o, simplemente, en la que no estará. Y esperaré. Otra curva imprevista, otro encuentro dichoso y fortuito, otro accidente bello y misterioso.

[ITALIANO]
Levataccia, pianura e fantasie.
Visto che la tappa che ci aspetta è al momento quella più lunga, decidiamo di alzarci alle 4:00, e alle 5:20 iniziamo a camminare. Nonostante la levataccia, mi sento riposato perché era da molto che non dormivo sette ore di seguito, e anche lo scudiero sembra aver ricuperato l’energia necessaria per affrontare più di trenta chilometri di camminata. La sera precedente, prima di ritornare alla nostra pensione di Via San Juan, abbiamo fatto una breve passeggiata in città, che era splendida col suo discreto brusio di turisti e burgalesi lungo el Espolón e le altre strade pedonali del quartiere intorno alla Cattedrale. Prima ancora, mentre allo scudiero stavano facendo il suo massaggio, ho approfittato per vagare un po’ per le stesse vie che dopo si sarebbero riempite di passeggiatori. Credo che tutti gli spagnoli associno la parola Burgos col freddo secco dell’inverno e, invece, in questi giorni la città è avvolta da un caldo gentile non soffocante e che invita a rimanere in strada. La imagino imbiancata e con i passanti nelle loro sciarpe, evitando di calpestare la neve e cercando di non scivolare sulle pozzanghere congelate. Sento di nuovo il bisogno di rimanere più a lungo per conoscerla meglio e mi pento di non aver organizzato il viaggio diversamente, prevedendo le pause per visitare certi posti come si deve e dare riposo al fisico.

Per uscire da Burgos dobbiamo continuare dritti per la stessa via San Juan e troviamo subito le frecce gialle che ci risolvono la vita da un paio di settimane. In quell’itinerario per il centro scopriamo angoli che non conoscevamo e incrociamo alcuni giovani che vivono un momento della giornata opposto al nostro, anche se per tutti noi l’ora è la stessa. Stanno ritornando dal loro venerdì sera, hanno bevuto per ore e vivono la loro fase di negazione dell’evidenza, che come tutti sanno, precede quella di esaltazione dell’amicizia e i cantici regionali. L’ultima grande sorpresa che ci aspetta è una nuova prospettiva della Cattedrale, a destra della sua facciata principale, per la via Diego Porcelos. Non c’è quasi luce, ma non possiamo resistere alla possibilità di fare un paio di foto.
Andiamo avanti per un bel po’ e, quasi quando stiamo per attraversare di nuovo l’Arlanzón, troviamo il locale di un panettiere aperto, che emana un profumo irresistibile di dolci appena sfornati. Lì si sono indirizzati vari altri pellegrini che sembrano essere usciti dal nulla, e quel piccolo negozio si riempie in un attimo di camminatori affamati di carboidrati. Compriamo un paio di napolitanas e le mangiamo appena usciti per ingannare lo stomaco, che ha bisogno di qualcosa di caldo per sentirsi a posto, anche se oggi ci metterà un po’ nel riuscirci. Continuiamo a camminare, attraversiamo una zona moderna della città, il campus universitario, che ha sicuramente qualche somiglianza con i campus moderni dell’Europa. Complessi residenziali privati attorno. «Buon posto per viverci», ho pensato. Sembra che la città non finisca mai, ma quando arriviamo ai vivai Los Guindales, dice la nostra guida che raggiungiamo ufficialmente l’ultima frontiera. Pian piano salutiamo il marciapiede. C’è un vento freddo che ci rammenta l’autentico freddo burgalese. Il sole sta sorgendo. Girasoli, campi di cereali. Abbiamo la sensazione di aver iniziato ufficialmente la giornata.

Moltissime linee si incrociano in Rabé de las Calzadas.
Finché non arriviamo a Tardajos, a quasi 11 km dal nostro inizio, non facciamo la prima sosta, circostanza che non è stata un problema per lo scudiero, perché dopo la messa a punto di Burgos e l’applicazione di quel gel miracoloso delle farmacie che tutti quanti conoscono, con l’aggiunta della talloniera che gli ha raccomandato la fisioterapista, mezz’ora dopo aver fatto il primo passo di oggi, i dolori sono spariti. Quando ci fermiamo, calmiamo con generosità la fame, che è cresciuta durante il mattino. Caffè latte e spremuta d’arancia per entrambi, panino salato per lui, torta di mele per me.
In questa fermata coincidiamo con alcuni pellegrini, la maggior parte conosciuti di vista. I tavolini del bar messi a disposizioni per i clienti si riempiono subito e, quando torno con la nostra colazione, Andrea ha invitato a sedersi con noi un ragazzo giovane che non trovava dove sedersi. Si tratta di Alì, un ventenne marocchino che viaggia da solo. È simpatico e sorridente. Si esprime abbastanza bene in spagnolo. Mi sembra strano vedere un musulmano sul Cammino, ma in realtà potrebbe essere cristiano, dubbio che non cerco di risolvere durante la nostra conversazione perché mi sembra che chiederlo sia entrare in un ambito troppo personale. Dice di fare il Cammino per vari motivi, perché oggigiorno la gente non sa fermarsi a riflettere e meditare, «per spiritualità», «per sport». A volte mi piacerebbe continuare a indagare perché mi spieghi meglio quello che ha detto, ma mi vengono in mente le limitazioni linguistiche e mi accontento. Dimostra una certa serenità interiore.

Con lo stomaco soddisfatto e le gambe più riposate, andiamo avanti. Passiamo alcuni paesi: Rabé de las Calzadas, Hornillos del Camino… Il paesaggio lo formano fondamentalmente le grandi estensioni della meseta, con nuovi campi di cereale, colli semiaridi che spesso rompono la riga dell’orizzonte, impianti eolici moderni che ci fanno segni movendo le braccia, come se non riuscissimo a vederli. Secondo la nostra guida, Hontanas è a 31,1 km da Burgos, a cui bisogna aggiungere tutto quello che abbiamo camminato prima di lasciare la città, ma c’è anche da sottrarre il fatto che non arriviamo alla fine (e meno male, perché come al solito gli ultimi metri sono i più difficili). Questa volta abbiamo prenotato nell’ostello Fuente Sidres, più o meno a un chilometro e mezzo prima di arrivare in paese.
Si tratta di un ostello molto tranquillo, isolato nella pianura a quasi 900 metri sul livello del mare. Piccolo, pulito, curato, con dei tavolini fuori e una piscina per fare un tuffo. Ma oggi non c’è nessuno che voglia fare un tuffo. C’è ancora il vento freddo, che rende spiacevole qualsiasi avventura fuori dal palazzo, soprattutto per uno così freddoloso come me. Arriviamo per primi e alla fine condividiamo la stanza con una coppia francese di Pau e con Steven, un britannico che non ricordo aver visto prima. Tutti e tre sono persone tranquille e gentili, e non appartengono a quelle truppe di giovincelli che spesso si trovano sul cammino, fatto che rende la convivenza più che facile (questo non significa che non ci siano giovincelli rispetosi, ma ce ne sono anche di quegli altri). Parliamo molto con la coppia francese perché lei parla spagnolo e fa da tramite tra tutti e quattro. Anch’io ho il coraggio a volte di maltrattare la lingua francese per comunicare direttamente con lui, ma è meglio che lei traduca. Adesso che ci penso, non gli ho chiesto come si chiamano. 🤦🏻♂️

Ma la persona più particolare di quel posto non è nessuno di loro, ma Andrés, una delle due persone che lavora a Fuente Sidres. È un uomo molto magro, dice di avere cinquanta e pochi anni, e con la pelle indurita dal sole. Parla senza pausa e, se glie lo permettessi, non si fermerebbe mai. Afferma anche di aver vissuto per 16 anni in Danimarca e di parlare non so quante lingue (quando recita la lista, mi sembra di sentirne almeno sette o otto). Originario della Maiorca, ha lavorato come direttore di albergo lì e anche alle Canarie, e ha fatto anche la guida turistica e non so quante altre cose. Spiega che un ictus gli ha dato un avviso importante e che allora ha deciso di lasciare quella vita piena di tensione e di notti in bianco, per venire in questo paraggio sperduto a lavorare aiutando Diana, la proprietaria, a portare avanti l’ostello. Preferisco credere a tutto quello che racconta perché è molto più divertente di non farlo, ma le sue storie non sono adatte per increduli recalcitranti. Come ciliegina sulla torta, ci mostra il brano di un video del programma España Directo (Spagna in diretta) col titolo «El Camino en Hontanas», dove ha il suo minuto di gloria con una performance che dà un’immagine di lui vicina al ridicolo. In uno di quei momenti in cui non poteva star zitto, non è stato in grado di vincere la tentazione di raccontare un paio di barzellette:
- ¿Perché le suore non usano le flip-flop? - Perché sono molto devote (*)
(*) La barzelletta si basa su un doppio senso e un caso di omofonia. La parola /deβótas/ si può interpretare come «devotas» (it. devote), ma anche come «de botas» (it. di stivali). L’espressione «ser muy de + algo» (it. essere molto di + qualcosa) può spiegarsi come ‘gustare, preferire’. Quindi, la seconda frase si può interpretare come a) Perché sono molto devote (significato letterale) oppure b) Perché preferiscono gli stivali. Prometto che detta con spontaneità e senza necessità di traduzione, il resultato lascia almeno un sorriso sulle labbra.

Pensieri del giorno
Non esistono i sentieri lunghi, ma menti senza risorse. I motivi degli altri son sempre motivi. Poeti, musicisti e pazzi tutti ne siamo un po'.
C'è ricompensa per la tappa più lunga: un cantastorie.
Poesia de Travesía
La poesia di oggi si intitola Prima compagnia ed è l’ultima del capitolo Gioventù. Parla dell’incontro con l’anima gemella, che ti accompagna durante un tratto corto o lungo del Cammino, ti offre la sua presenza generosa e si nutre della tua, istaurando un rapporto di stimoli reciproci. Il suo enorme valore risiede nella libertà con cui fa ognuno dei suoi passi, modifica la cadenza della sua camminata o decide di fermarsi quando ne ha voglia. Ed è proprio in base a quella stessa libertà che forse un giorno sparirà per sempre. O magari è il caso, oppure un destino infausto che interrompe quella felicità discreta di essere ben accompagnato. Quando succederà, non ci resterà che accettarlo con gratitudine, sapendo che molti altri camminatori non avranno mai il privilegio di vivere un’esperienza simile.
Prima compagnia Questa prima e bella compagnia che cammina al mio fianco durante i chilometri più facili (non a causa dei segni del rilievo né della altezza forzata del terreno, ma piuttosto per la sua presenza amica)... Questa bella esistenza che contemplo non appena mi giro, che mi sorpassa a volte con cautela o talvolta indietreggia senza perdere il contatto col mio alito, senza che la sua voce si estingua pienamente... Quest’essere che mi invita a vedere il suo corpo, come mai vidi un altro e mi concede la sua profonda e saziante vicinanza, e a cui mi dò come non sapevo che mi sarei poi dato... Questo motore che altera la mia coscienza e mi trasforma in qualcosa di diverso ogni volta che allegro si regala, e mi scopre e riscopre sempre quando io stesso mi conosco... È apparso in un rialzo della strada, nel luogo più secco e più prosaico di tutto il percorso e mai ha detto quando sarebbe andato via. Arriverà quel mattino solitario, o il pomeriggio ventoso in cui non potrò seguire il passo o mantenere il ritmo, o in cui, semplicemente, non ci sarà più. E aspetterò. Un’altra curva imprevista, un altro incontro gioioso e fortuito, un altro incidente bello e misterioso.
Mereció la pena el madrugando al volver esa esquina….
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ah sí, todo un sorpresón.
Me gustaMe gusta
Madrugón
Me gustaLe gusta a 1 persona
Preciosas fotos, y aún más precioso el poema del día, hermano!!
Besos al escudero y uno muy grande para ti 😘
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias 😘
Me gustaLe gusta a 1 persona