Km: 27,4 – Km totales: 263,3. – ampollas / vesciche: 0 – totales: 1


[ESPAÑOL]
Yin y yang
El albergue Los Cuatro Cantones de Belorado está construido hacia arriba, a lo largo de cuatro plantas en las que encontramos la recepción, el comedor y las diferentes habitaciones. Por supuesto, no tiene ascensor, porque se supone que los peregrinos tienen buenas piernas y ningún impedimento para trepar hasta el último palo del gallinero, pero justo al final de la jornada, cuando a uno le falta el aire y al otro le flaquean ls piernas, no es lo que más desea encontrarse el caminante. Es una característica que comparte con muchos de los albergues.
De todos modos, es un buen lugar para quedarse, y dispone de un jardín muy agradable y una pequeña piscina donde darse un chapuzón rápido para darle una alegría al cuerpo después de haberlo fustigado durante días.

La noche sin llegar a ser toledana no fue de las mejores. Cuando acababan de apagar las luces, uno de nuestros queridos compañeros de habitación se salió al balcón y se puso de conversación telefónica durante al menos un cuarto de hora. Podría haberse disculpado al susodicho si la charla hubiera versado sobre algún asunto de importancia, pero dado el tono infantil que empleaba en mensajes como “¿y te lo has comido todo todo?”, no es exagerado pensar que su respeto hacia los demás fue tan nulo como inmensa nuestra paciencia.
Sobre estas cuestiones trató nuestra primera conversación mientras iniciábamos la marcha a eso de las seis y media de la mañana. El escudero se quejaba de que tanto la temperatura de la habitación (que, estando en la buhardilla, había acumulado calor durante el día), como el tamborileo de la lluvia en el tejado habían contribuido igualmente a no hacerle pegar ojo. Al menos el perfil de la jornada se presentaba asequible y la lluvia había cesado antes de despertarnos. Tal vez recobraríamos la tranquilidad.

Hasta Villafranca de Montes de Oca, la subida es casi imperceptible, el cielo está cubierto y el caminante se puede relajar, como hace habitualmente, contemplando todo lo que surge a su paso. Los parajes naturales y urbanos de Tosantos, Villambista y Espinosa del Camino ofrecen ocasiones para pararse e inmortalizar el momento.
En Villafranca inicia a empinarse el Camino y la pendiente, que nos lleva hasta las sierras de Demanda y San Millán, es duradera, de modo que, como además ya hemos hecho casi doce kilómetros, interrumpimos la marcha y nos metemos en el antiguo hospital de San Juan Abad (hoy hotel, cafetería y restaurante), desayunamos por segunda vez y, con el estomago lleno, completamos la segunda mitad de la cuesta y nos adentramos en un entorno más boscoso y agradable.

En la Fuente de Mojapán, en teoría de agua no potable, llenamos nuestras cantimploras siguiendo el consejo de una vecina del pueblo, que dice que allí la bebe todo el mundo, pero que poniendo que no es apta para el consumo, el alcalde se lava las manos ante posibles responsabilidades. No notamos en las horas siguientes ningún efecto indeseado. Continuamos como inmersos en un túnel de ramas que nos protege del sol y nos hace fácil el esfuerzo de avanzar.
Cuando llevamos casi 15 kilómetros, nos volvemos a encontrar con un duro testimonio de la historia. Se trata de dos fosas comunes de Guerra Civil, esta vez exhumadas y analizadas debidamente, gracias a la iniciativa de la Asociación de Familiares de las Personas Asesinadas en ese lugar en 1936. Como voz de las víctimas, unos versos de la Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández. Son las fosas de La Pedraja. El Camino es otra vez reflejo de cada paso fácil o difícil de la vida.
Poco después empezamos a caminar por una pista forestal flanqueada por pinares. Dicho así sería un verdadero placer para el peregrino, que ya bastante cansado afronta la última parte de la jornada con más intención que piernas. Pero la pista es demasiado ancha como para que los pinares la cubran con su sombra (20 metros tal vez), y el caminante sufre el calor como si estuviera rodeado de edificios. El tramo dura unos siete kilómetros y solo rompe su monotonía por un oasis artificial que alguien ha tenido a bien plantar en medio del desierto, sabiendo que los peregrinos irán llegando a cuentagotas, ávidos de un refrigerio reparador o de una pausa que les permita recobrar aliento.

Lo primero que se consigue distinguir son una especie de tótems de madera, decorados con colores vivos y dibujos que recuerdan a una reserva de aborígenes norteamericanos. Poco mas allá, un tipo entre urbano y montaraz, con el verbo fácil y tono embaucador, ha aparcado una furgoneta Nissan Crossover de los años 90 y ha desplegado todo un chiringuito con bebidas frías, snacks, fruta, y todo aquello que el peregrino puede desear en ese exacto punto del recorrido.
- Yo me tomaría una rajita de sandía -digo después de saludar.
- ¿Y? -replica él en modo cortante.
- Que si me puedes dar una raja.
- Ah, entonces sí -quería escuchar una petición explicita, como si quisiera declinar toda responsabilidad.
Yo no sé aún si me cae bien o mal. Intento no hacerme demasiadas preguntas, y aceptar la que me ha cortado con un cuchillo de hoja muy ancha, que luego ha utilizado también para separar las porciones con cortes verticales, sin separarlas del todo de la cáscara. Clava un tenedor en una de ellas y hace lo mismo con la que le prepara al escudero.

Localizada el 30 de agosto de 2011. Exhumada del día 29 de octubre al 3 de noviembre de 2011.
La sandía nos sabe a gloria, y el improvisado frutero empieza a tomarse confianza, nos pregunta de dónde somos, y empieza a hablarnos de él, como si llevara años esperando que alguien pasara por allí para soltarle el rollo.
- Estoy esperando al rabilargo, único córvido que tiene las alas azules -me enseña las fotos de una guía de ornitología que acaba de abrir por una página previamente marcada. Aparece dos veces al día.

Esta fosa común fue localizada el día 30 de agosto de 2011. Se exhumaron 30 cuerpos más otros 30 que hicieron desaparecer las obras de ampliación del camino. Fueron asesinados entre julio y diciembre de 1936.
Luego habla con fervor de su furgoneta, como si se tratara de una hija. Que tiene más de ciento cincuenta mil kilómetros y que está como nueva gracias a dos amigos. Uno le consigue de extranjis las piezas originales y el otro (un mecánico rumano que trabaja en negro) se la pone a punto cada cierto tiempo.
Yo, que tengo tanto interés en los motores como en la evolución del índice Nikkei durante la crisis económica, casi prefiero que me hable del dichoso pajarito, pero la conversación (más bien monólogo) va por donde él quiere y salta de rama en rama como su amada ave. Echo una mirada al vehículo para que no se ofenda y me parece ver pegatinas de todo el mundo adornando el parabrisas y la carrocería.
Este trabajo ha sido posible gracias al empeño y perseverancia de sus familiares que se constituyeron como Agrupación de Familiares de las Personas Asesinadas en los Montes de la Pedraja (Burgos).
Cuando nos terminamos la fruta, le preguntamos cuánto le debemos, y nos dice “esto es un donativo”. Le damos tres euros y no es capaz de reprimir una valoración. “Peregrinos generosos”, dice. Menos mal. Seguro que en caso contrario, no dudará en cantarle las verdades del barquero a quien se le ponga por delante.
Cuando salimos del oasis, los últimos kilómetros hasta el Monasterio de San Juan Ortega se siguen haciendo duros. El escudero se resiente de sus dolores y aminora la marcha como otras veces, de modo que cuando llegamos al pequeño núcleo de viviendas nacidas alrededor del monasterio, no podemos evitar la tentación de pararnos en el albergue situado justo al lado (que no es nuestro destino), para beber algo, descansar y descalzarnos. Cuando decidimos proseguir hasta Agés (otros tres kilómetros y medio) empieza a llover fuerte, por lo que retrocedemos los cincuenta metros que ya llevábamos para entrar en el bar mas cercano y esperar a que escampe. Aquí la cocina ya ha cerrado. Nos ofrece solo bocadillos o tortillas. Así que acabamos de comer y completamos el camino hasta Agés.
Llano y subidas; sol, nublado oasis y lluvia; tranquilidad y encuentros con la muerte sepultada; prosa y poesía. Fiesta de opuestos. Yin y yang en una sola jornada. Como la vida misma.
Pensamientos de día
Incluso a la noche menos apacible le sigue una mañana.
Siempre hay un poeta para una buena causa.
La esperanza de un oasis es lo último que se pierde.
Agua en la fuente,
cuerpos en las cunetas.
Lluvia y palabras.
Poema de Travesía
El poema de hoy se titula Muertes prematuras y habla de dos tipos de desapariciones: la primera en el ámbito del Camino, y la segunda referida a la vida en sentido amplio. Puede parecer extraño hablar de la muerte en el capítulo de la juventud, pero es precisamente en esos años cuando, quien más quien menos, se sufre una primera pérdida de seres queridos o conocidos que, en algunos casos, son incluso de nuestra edad o se llevan poco con nosotros. La casualidad ha querido que coincida con el día en que nos hemos encontrado con las fosas de La Pedraja, indudablemente, un doloroso testimonio histórico de muertes prematuras.
Por otro lado, en el Camino pasa algo parecido que puede servir como metáfora de las muertes prematuras: algunos caminantes empiezan, pero no acaban: se sienten incapaces, el esfuerzo los supera, sucede algo que los obliga a interrumpirlo, a reducir el número de jornadas planeadas. Son excepciones que confirman la regla en los dos casos. Lo normal es empezar y terminar a una edad longeva. Hay quien empieza en Saint Jean y quien lo hace en Pamplona, Logroño, Burgos… La longitud del Camino varía como varían las personas, pero lo normal es que cada uno llegue a su Gloria particular.
Muertes prematuras
El Camino está lleno de muertes prematuras,
de cadáveres jóvenes en las cunetas
que no llegarán nunca a coronar la Gloria.
Surgen como las hierbas al borde del sendero,
llegan como los otros,
con ganas de completar el largo recorrido,
de disfrutar del aire,
de admirar la visión merecida del panorama inédito,
de dejarse llenar por nuevos horizontes,
pero luego suspenden el viaje.
Las razones son varias:
el azar, que decide lo que no estaba escrito,
el caminante débil que se asusta de pronto y decide apearse,
el turista que aprende la auténtica distancia,
el clima, que empeora,
el tiempo, que se acaba,
el indeciso que cambia de idea de repente.
Recuerdo compañeros de los primeros metros, incluso alguno sabio,
que me enseñó paciente a caminar con peso,
a transportar la carga con destreza,
a acomodar la espalda buscando el equilibrio.
Añoro la presencia de quien me acompañaba
y en los tramos difíciles me entregaba su mano.
[ITALIANO]
Yin e yang
L’ostello Los Cuatro Cantones di Belorado è costruito in altezza, lungo quattro piani, nei quali si trovano la reception, la sala da pranzo e le diverse camerate. Chiaramente, non ha un ascensore, perché si pensa che i pellegrini abbiamo buone gambe e nessun ostacolo per arrampicarsi fino all’ultimo gradino di un pollaio, ma proprio alla fine della giornata, quando ad alcuni manca l’aria e ad altri cedono le gambe, non è quello che desidera trovare il camminatore. È una caratteristica comune ad molti altri ostelli.
Comunque è un buon posto per alloggiare, e ha un bel giardino e una piccola piscina dove tuffarsi per gratificare il corpo dopo averlo fustigato per giorni.
La notte non è stata terribile ma neanche una delle migliori. Appena spente le luci, uno dei nostri cari compagni di stanza è uscito sul balcone e ha iniziato una conversazione al telefono che è durata almeno un quarto d’ora. L’avremmo potuto scusare se la chiacchiera avesse trattato un argomento importante, ma visto il tono infantile che usava in messaggi come “e l’hai mangiato tutto tutto?”, non è esagerato pensare che il suo rispetto verso gli altri fosse pari a zero, così come immensa la nostra pazienza.
Di queste questioni abbiamo parlato mentre cominciavamo a camminare verso le sei e mezzo del mattino. Lo scudiero si lamentava del fatto che sia la temperatura della stanza (che essendo nella mansarda aveva accumulato il calore durante tutta la giornata), sia il ticchettio della pioggia sul tetto erano riusciti a non fargli chiudere occhio. Almeno il profilo della giornata sembrava fattibile e la pioggia era finita prima che ci svegliassimo. Magari avremmo ricuperato la tranquillità.
Fino a Villafranca de Montes de Oca, la salita è quasi impercettibile, il cielo è coperto e il camminatore si può rilassare, come fa di solito, a osservare tutto quello che sorge davanti ai suoi occhi. I paraggi naturali e urbani di Tosantos, Villambista ed Espinosa del Camino offrono diverse occasioni per fermarsi e immortalare il momento.
A Villafranca comincia ad innalzarsi il Cammino e la via, che ci porta fino alle catene di Demanda e San Millán, è lunga. Così, visto che abbiamo già fatto quasi dodici chilometri, interrompiamo la marcia ed entriamo nel vecchio ospedale di San Juan Abad (oggi albergo, caffetteria e ristorante), facciamo la nostra seconda colazione e, con lo stomaco pieno, completiamo la seconda metà del tragitto e ci addentriamo in un ambiente più forestale e piacevole.
Nella Fuente de Mojapán, in teoría di acqua non potabile, riempiamo le nostre borracce seguendo il consiglio di una signora del posto, che afferma che in paese la bevono tutti, ma che il sindaco ha deciso di scrivere che non è adatta per essere bevuta allo scopo di eludere eventuali responsabilità. Non notiamo nelle ore successive nessun effetto indesiderato. Proseguiamo immersi in un tunnel di rami che ci proteggono dal sole e ci rendono facile lo sforzo di andare avanti.
Quando abbiamo percorso quindici chilometri, troviamo di nuovo una dura testimonianza della storia. Si tratta di due fosse comuni della Guerra Civile, questa volta dovutamente analizzate e i loro corpi riesumati, grazie all’iniziativa dell’Associazione di Familiari delle Persone Assassinate in quel luogo nel 1936. Come voce delle vittime, alcuni versi dell’Elegia a Ramón Sijé, di Miguel Hernández. Sono le fosse di La Pedraja. Il Cammino è di nuovo riflesso di ogni passo facile o difficile della vita.

Individuata il 30 agosto 2011. Riesumazioni fatte dal 29 ottobre al 3 novembre de 2011.
Questa fossa comune è stata individuata il 30 agosto 2011. Sono stati riesumati 30 corpi, più altri 30 che hanno fatto sparire i lavori di ampliamento del cammino… Sono stati assassinati fra luglio e dicembre 1936.
Questo lavoro è stato possibile grazie allo sforzo e alla perseveranza dei loro familiari, che si sono costituiti come Associazione di Familiari delle Persone Assassinate nei Monti de La Pedraja (Burgos).

Poco dopo abbiamo iniziato a camminare su un sentiero affiancato da pinete. Così detto, può sembrare un vero piacere per il pellegrino, che parecchio stanco deve far fronte all’ultima parte della giornata con più volontà che gambe. Ma la pista è troppo larga perché le pinete possano coprirla con la loro ombra (20 metri forse), e il camminatore subisce in caldo come se fosse circondato da palazzi. Quella tratta dura circa sette chilometri e rompe la sua monotonia solo grazie a un oasi artificiale che qualcuno ha deciso di creare in mezzo al deserto, consapevole del fatto che i pellegrini arriveranno con il contagocce, avidi di uno spuntino riconfortante oppure di una pausa che gli permetta di riprendere il fiato.
La prima cosa che si riesce a distinguere sono una specie di totems di legno, decorati con colori forti e disegni che fanno venire in mente una riserva di nativi del Nordamerica. Un po’ più in là, un tipo mezzo urbano e mezzo montanaro, facile di parola con tono da imbonitore, ha parcheggiato il suo fuoristrada Nissan Crossover degli anni 90 e ha allestito un chiosco di banconi con sopra delle bevande fredde, snacks, frutta, e tutto quello che il pellegrino può desiderare in quel punto esatto del Cammino.
- Io mangerei volentieri una fetta di anguria -dico dopo aver salutato.
- E quindi? -risponde lui in modo secco.
- Me ne puoi tagliare una fetta?
- Ah, allora sì -voleva ascoltare una richiesta esplicita, come per eludere ogni responsabilità.
Io non so ancora se mi sta simpatico o antipatico. Cerco di non farmi troppe domande e accetto la fetta che mi ha tagliato con un coltello di lama molto larga, che dopo ha anche usato per separare le porzioni con dei tagli verticali, senza separarle del tutto dalla buccia. Ci Infila una forchetta e fa la stessa cosa per quella che prepara per lo scudiero.
L’anguria ci piace moltissimo, e l’improvvisato fruttivendolo comincia a prendere confidenza, ci chiede di dove siamo e inizia a parlarci di lui, come se fosse da anni in attesa che qualcuno passasse di là per raccontargli la sua solita pappardella.
- Sto aspettando la gazza azzurra, l’unico corvide con le ali azzurre -mi mostra le foto di una guida di ornitologia che ha appena aperto su una pagina segnata. Arriva due volte al giorno.

Dopo parla con animo sul suo fuoristrada, come se fosse suo figlio. Dice che ha fatto più di 150 mila chilometri ed è come nuovo grazie a due suoi amici. L’uno riesce a fargli avere di nascosto i pezzi originali e l’altro (un meccanico rumeno che lavora in nero) glie lo sistema ogni tanto.
Io, che mi interesso così tanto di motori come dell’indice Nikkei durante la crisi economica, quasi quasi preferisco che mi parli del benedetto uccellino, ma la conversazione (piuttosto monologo) fa i giri che lui vuole e salta da ramo in ramo come il suo amato volatile. Do un’occhiata al veicolo perché lui non si offenda e mi sembra di vedere degli adesivi provenienti da tutto il mondo sul parabrezza e sulla carrozzeria.
Quando finiamo la frutta, gli chiediamo il conto e lui ci dice “questo è un donativo”. Gli allunghiamo tre euro e non è in grado di reprimere una valutazione. “Pellegrini generosi”, dice. Meno male. Sicuramente nel caso contrario non esiterà di dirlo chiaro e tondo a chi dovesse capitare.
Quando abbandoniamo l’oasi, gli ultimi chilometri fino al Monastero di San Juan Ortega continuano ad essere duri. Allo scudiero tornano i suoi dolori e rallenta come altre volte. Così, quando arriviamo al piccolo nucleo di abitazioni nate attorno al monastero, non possiamo evitare la tentazione di fermarci nell’ostello accanto (che non è la nostra meta) per bere qualcosa, riposarci e toglierci gli scarponi. Quando decidiamo di proseguire fino ad Agés (altri tre chilometri e mezzo) comincia a piovere forte, per cui torniamo indietro per entrare nel bar più vicino e aspettare che smetta di piovere. Ma la cucina è già chiusa e ci offrono soltanto i soliti panini oppure delle frittate semplici. Quindi finiamo di mangiare e completiamo la strada fino ad Agés.
Pianura e salite; sole, oasi nuvoloso e pioggia; tranquillità e incontri con la morte seppellita; prosa e poesia. Festa di opposti. Yin e yang in una sola giornata. Proprio come succede nella vita.

Pensieri del giorno
Anche dopo la notte meno tranquilla arriva il mattino.
C’è sempre un poeta per una giusta causa.
La speranza di un oasi è l’ultima a morire.
Acqua che sgorga,
corpi nelle cunette.
Pioggia e parole.
Poesia di Travesía
La poesia di oggi si intitola Morti premature e parla di due tipi di scomparse: la prima nell’ambito del Cammino, e la seconda riferita alla vita in senso lato. Può sembrare strano parlare della morte nel capitolo della gioventù, ma è proprio in quegli anni che subiamo, chi più chi meno, una prima perdita di qualcuno di caro o conosciuto, che in alcuni casi, è anche un nostro coetaneo. Fatalità, coincide con il giorno in cui abbiamo trovato le fosse di La Pedraja, un doloroso testimonio storico di morte premature.
D’altra parte, sul Cammino succede qualcosa di simile che può servire da metafora per le morti premature: alcuni camminatori lo iniziano, ma non lo finiscono. Si sentono incapaci, lo sforzo li supera, succede qualcosa che li costringe a interromperlo, a ridurre il numero di giornate pianificate. Sono delle eccezioni in ogni caso. La cosa abituale è iniziare e finire a un’età longeva. C’è chi inizia a Saint Jean, chi lo fa a Pamplona, a Logroño, a Burgos… La lunghezza del Cammino varia come variano le persone, ma la cosa normale è che ognuno arrivi alla sua particolare Gloria.
Morti premature
Il Cammino è pieno di morti premature,
di cadaveri giovani nei fossati
che mai arriveranno a giungere alla Gloria.
Sorgono come l’erba sul bordo del sentiero,
arrivano come gli altri,
con voglia di completare il lungo itinerario,
di assaporare l’aria,
di ammirare la visione meritata del panorama inedito,
di lasciarsi riempire dagli orizzonti nuovi,
ma dopo sospendono il viaggio.
Le ragioni son varie:
il caso, che decide quello che non era scritto,
il camminante debole che ad un tratto ha paura e decide di scendere,
il turista che impara l’autentica distanza,
il clima, che peggiora,
il tempo, che finisce,
l’indeciso che di colpo cambia idea.
Ricordo dei compagni durante i primi metri anche qualcuno saggio,
che mi insegnò paziente a camminar col peso,
a trasportare il carico abilmente,
ad aggiustar la schiena cercando l’equilibrio.
Mi manca la presenza di chi mi accompagnava
e nei tratti difficili mi dava la sua mano.
Ya va quedando menos…
Me gustaLe gusta a 1 persona
Es que si quedara más… 🥵
Me gustaMe gusta
🤣🤣🤣
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ánimo Francesco. Ya comienza a oler a Santiago. ¿No lo notas?
Ultreia et suseia!!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Sí, falta pouco!
Me gustaMe gusta